Acrílico sobre tela 150 cm x 30cm |
Acrílico sobre tela 150 cm x 30cmcm |
Acrílico sobre tela 150 cm x 30cm |
Acrílico sobre tela 150 cm x 30cm |
Acrílico sobre tela 150 cm x 30 cm |
El humano se encuentra
ante un paisaje desolador. Es ciego y vidente al mismo tiempo. Sabe que las
cosas no tienen sentido, pero no puede dejar de darles uno. Está obligado a
vivir, a hilar, a entremezclar sus certezas con sus temores. Está condenado a
andar, desorientado, sin conocer camino alguno. De esto se trata vivir, de dar
forma a lo que no la tiene. Porque
estamos perdidos es que podemos crear. Cada acción es una hilada. Y cada
grabado es una historia. A medida que el hilo se mueve, la vida se va
trazando.
Pero aun sabiendo que la
muerte es el final, actuamos igual. Tejemos nuestra vida como si algo fuera a
permanecer. Como expresando un impulso nervioso
condenado al arte. En el horizonte, la oscuridad final, y en nuestras manos, un
hilo.
El hilo nos muestra lo
débil y finita que es la existencia, y lo vasto y solemne que es el vacío. Pero
a su vez viste de coraje a nuestra desnudez. Hace posible que caminemos en la
oscuridad. Ata nuestra mano al sentido, mientras al derredor
se erige un laberinto ininteligible.
Al final de la marcha,
antes de que el abismo nos devore, miramos atrás: el tejido es memoria. En un
escenario, cuyo telón es negro, conecta diferentes actos formando una obra. Vemos
en medio de la oscuridad numerosos hilos trazados. Se alcanzan a distinguir
patrones, con una estética definida.
Eso fue la vida: las idas
y vueltas de un hilo. En el tejido
quedarán plasmadas su intensidad y nuestra identidad. Para que cuando nos
desconozcamos, cuando nos perdamos en lo negro, podamos volver a nosotros.
Marcos Liguori (*)
(*)Texto de Marcos
Liguori en ocasión de la inauguración de la muestra “El hilo de Ariadna” de Mónica Rizzuto en la Casa Museo Lino Enea
Spilimbergo de Unquillo, Córdoba, Julio de 2016.
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