Somos
seres ambientales, necesitamos un entorno que nos albergue y nos cobije.
Cuidamos lo que amamos y amamos lo que conocemos.
Somos parte de la tierra y así mismo ella es parte de nosotros, las flores
perfumadas nuestras hermanas.
LA
INTELIGENCIA DE LAS FLORES (textos extraídos)
MAURICE MAETERLINK
Encontramos lo que siempre ha existido y
repetimos maravillados la ruta que la vida había hecho antes que nosotros. A
veces por el lado de la sombra hay verdades tan interesantes como por el lado
de la luz. Lo imprevisto abunda. Cada flor tiene su idea, su sistema, su
experiencia adquirida. Cuando la flor hizo su aparición en la tierra tuvo que
inventarlo todo. El verdadero gran milagro empieza donde se detiene nuestra
mirada. Las ideas ocurren a las flores de la misma manera que se nos ocurren a
nosotros. tantean en la misma oscuridad, encuentran los mismos obstáculos, la
misma mala voluntad, el mismo desconocimiento. Conocen las mismas leyes, las
mismas decepciones, los mismos triunfos lentos y difíciles. De lo desconocido
sale de pronto algo inesperado. No es seguro que hayamos inventado una belleza
que nos sea propia. Todos nuestros motivos arquitectónicos y musicales, todas
nuestras armonías de color y de luz, etc. son directamente tomadas de la
naturaleza, ¿que no podría decirse de la belleza de los arboles? El genio de la
tierra tantea, vacila, suspende, y vuelve a empezar varias veces, añade,
elimina, reconoce y rectifica sus errores, lucha, como nosotros contra la masa
oscura de su ser. Tampoco sabe a donde va, se busca y se descubre poco a poco.
Dispone de recursos infinitos, conoce el secreto de prodigiosas fuerzas que
ignoramos. No hay seres más o menos inteligentes sino una inteligencia
esparcida, general, una especie de fluido universal. El espíritu que anima
todas las cosas es de la misma esencia que el que anima nuestro cuerpo.